A finales de los 60 y en la década
de los 70, gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, se unieron[1]
“con el objetivo de aglutinar políticamente grupos sociales que se consideraban
distintos pero que sufrían una discriminación con raíces comunes”.[2]
En los 70 se desencadenó una inicial
tensión entre el feminismo y los derechos LGTB porque algunas personas
consideraban que algunas reivindicaciones eran incompatibles.
Posteriormente, en la década de los
80, apareció el VIH/sida que afectó mayoritariamente a los hombres gais.
Además, se produjo una situación crítica dentro del colectivo con la aparición de
gais y lesbianas menos tolerantes con las
personas bisexuales o transexuales, que creían que las y los transexuales
actuaban según los estereotipos de género (hombre-mujer) y que los
bisexuales eran sólo homosexuales que tenían miedo de salir del
armario y asumir su identidad. Otro hecho significativo, en 1984, fue la
incorporación del colectivo LGTB a la lucha del movimiento obrero británico.[3]
La historia se repite
y, en estos momentos, nos encontramos en un nuevo momento de conflictos variao,
caracterizado por la diversidad de los feminismos y de los colectivos LGTB, e
incluso de enfrentamientos entre algunos movimientos feministas, y también
entre la corriente feminista que se denomina “TERF”
(feministas radicales transexclusivistas) y las personas LGTB, sobre todo con las personas trans.
Nos encontramos en un período
de disputa entre opciones diversas: algunas quieren mantener el sistema binario
de género (hombre-mujer); otras que quieren erradicar la clasificación binaria;
y otras, relacionadas con el movimiento queer, que consideran que hay múltiples
posiciones en cuanto al género.
Por otro lado, el
modelo de políticas públicas de igualdad se ha basado en estrategias para
conseguir la igualdad, centradas exclusivamente en una dimensión de igualdad,
la igualdad hombre-mujer. Sin embargo, esta estrategia ha situado en los
márgenes a todas aquellas personas y colectivos que se ven afectados por la
intersección de varias desigualdades, entre ellas las de orientación
sexual e identidad de género.
Desde el enfoque
ecofeminista optamos por el diseño y la implementación de políticas de igualdad
que tengan en cuenta la interacción entre los ejes de desigualdad:
hombres-mujeres, orientación sexual, identidad de género, diversidad funcional,
racializadas, migrantes, gitanas, árabes, edad, acceso a bienes y servicios, lugar
de residencia, etcétera, pasando de una visión minoritaria a una visión
universal en las políticas de igualdad.
Con ello, se pretende
poner el énfasis en la interacción e interdependencia de los perfiles de
opresión en un contexto y en un momento histórico determinado, teniendo en
cuenta la posibilidad de que las personas se encuentren, simultáneamente, en
diferentes posiciones de dominación y sumisión. Por lo que, hay que buscar el
equilibrio entre autonomía e intersección para alcanzar una mayor inclusión en
cada contexto histórico.
Para conseguir una
mayor inclusión de las políticas interseccionales hay que llevar a cabo respuestas
no solo en el terreno individual e identitario, sino también en el estructural
y discursivo. Para cambiar las estructuras hay que introducir cambios no solo en
relación con el colectivo específico sino con la ciudadanía en general, nadie
es ajeno a lo que ocurre en sociedad, porque las desigualdades son formas
culturales violentas en una determinada sociedad y que pueden variar en el
tiempo y en las personas destinatarias.
Actualmente, estamos
en coyuntura histórica de regresión y de pérdida de derechos. Todos los
derechos que perdemos no afectan solo a la persona que sufre esa pérdida, sino
al conjunto de la ciudadanía. Así, la homofobia y la transfobia son formas
machistas que no afectan solo a las personas y familias LGTB sino al conjunto
de la ciudadanía, y que reproducen las diferencias y desigualdades entre
hombres y mujeres. Por tanto, las políticas de igualdad deben ser universales y
trabajar, con un perspectiva global e interdependiente, con las personas, con
las familias, con los colectivos y con la sociedad en general. Hay que conocer
la realidad y ser consciente de los problemas de las personas y que éstos nos
afectan a toda la ciudadanía porque vivimos en un mismo territorio que tenemos
que cuidar. Los ecosistemas son espacios interconectados que interactúan de
forma independiente para poder vivir. La eliminación o afectación de uno de los
seres vivos repercute en el resto del ecosistema.
Las políticas públicas
ecofeministas reivindican el cuidado de las personas y de nuestro entorno, con
una perspectiva interdependiente y universal, especialmente el cuidado de
aquellas personas, colectivos y territorios que estén en mayor desventaja,
entre ellas personas LGTB con un visión global e interdependiente.
Las políticas
ecofeministas, tal como Petra Kelly nos inspiró, son aquellas que pasan del
poder vertical y jerárquico al poder horizontal y compartido. Por eso, quienes
las representan las ejecutan con ética y respeto al servicio público por el
interés general. Además, promueven el manejo pacífico, justo y cooperativo de
los recursos y el reparto de las riquezas; y con el objetivo de terminar con
“el sistema patriarcal que es opresor para las mujeres y restrictivo para los
hombres, porque transmite valores de dominación y violencia, está profundamente
vinculado a la mentalidad militar, provoca injusticias sociales y fomenta la
explotación agresiva de la naturaleza.
El ecofeminismo aporta
algo fundamental a la política que es la ternura que significa una relación
tierna con los animales y las plantas, con la naturaleza, con las ideas, con el
arte, con la lengua, con la Tierra, un planeta sin salida de emergencia (pero
que está en emergencia climática) y, por supuesto la relación con los humanos. Así,
frente a la política agresiva y fálica dominante, promueve la empatía, la no
violencia y el cuidado mutuo como valores y pilares básicos, donde las formas
son el fondo. Decía Petra Kelly si queremos construir un país democrático, lo
primero que tenemos que hacer es aplicarnos el cuento en nuestro partido,
sindicato, empresa o propia casa. Si apostamos por la horizontalidad, la
jerarquía no puede ser nuestra brújula en la práctica por motivos de eficiencia
a corto plazo. Si queremos cuidar de nuestra Tierra, solo nos queda ser
coherentes en el día a día, buscando formas de vida personal y colectiva que
protejan y conserven nuestro entorno y nuestro futuro.[4]
Las políticas
ecofeministas generan coherencia en el día a día, con la normativa y con las
acciones y programas, a través de un trato tierno y del cuidado a todas las
personas, con una mirada amplia y acogedora de la diversidad en un entorno cambiante
que necesita de cuidados para que podamos así vivir con salud y en armonía.
Hoy recordamos el 50
aniversario de los disturbios de Stonewall en New York, que iniciaron el
movimiento de liberación del colectivo LGTB, con el objetivo de seguir
reivindicando una sociedad libre y diversa; celebrando la vida plural que
representan los colores del arco iris; y agradeciendo a aquellas personas LGTB,
nuestras personas mayores, que muchas dieron su vida luchando por conseguir nuestros
derechos y agradecer también a todas las personas que creen en la libertad para
todas, todos y todes.
[1] Recordamos los disturbios de Stonewall, 28 de junio de
1969, en New York (EE.UU.) que marcaron el inicio del movimiento de liberación
homosexual; y, en Barcelona, la manifestación pro-amnistía en 1976 y la
manifestación del orgullo gay en 1977. La Barcelona diversa,
disponible en: https://poldest.blogspot.com/2017/04/barcelona-manifestacion-orgullo-gay-1977.html
[2] Gerard Coll-Planas y Marta Cruells (2013): “La puesta en práctica de la interseccionalidad política: el caso de las políticas LGTB en Cataluña”, Revista Española de Ciencia Política, Núm. 31, p. 155.
[3] La película Pride recrea el apoyo del colectivo LGTB a la Gran Huelga de Mineros, un paro que duró un año. Mark Ashton y varios compañeros de militancia fundaron Lesbians and Gays Support the Miners (LGSM), una organización destinada a recaudar fondos para los mineros en huelga. Su premisa: “No puedes ser gay y pensar sólo en lo que les ocurre a los gays”.
[4] Parkin, Sara (1994): Vida y muerte de Petra Kelly, ed. Clave intelectual, sección mujeres, Madrid, p. 13-15, traducción EcoPolítica 2016.
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